Las formas de vida humana, sus creencias y su mundo material y simbólico —es decir, la cotidianidad, todo aquello que las personas experimentan a diario—, no es estable sino que se modifica a diversos ritmos a lo largo del tiempo. La labor de la etnología, que es la disciplina que estudia los pueblos y sus culturas, reside en preservar la memoria de esas formas de vida.

El objetivo de la exposición del Palacio del Vizconde de Biota es mostrar dicha cotidianidad en todos sus aspectos antes de los grandes cambios acaecidos a mediados del siglo XX, a través de diversos objetos que reflejan los espacios distintivos que conformaban la vida de una familia, tanto en sus modos de subsistencia (trabajo agrícola y ganadero) como en su vida privada (la organización de la casa y las labores del hogar).

El recorrido comienza en el recibidor, sector destinado a los aperos de labranza y otros objetos relacionados con los animales de campo, y luego se adentra en las diferentes habitaciones de una casa particular: primero la cocina, luego el comedor y por último el dormitorio, la zona más íntima de cualquier vivienda.

Más allá del valor que los objetos expuestos tienen en función de su antigüedad, belleza o calidad, la exposición trata de ensalzarlos por su importancia intrínseca: son puntos de conexión con nuestro pasado, reminiscencias de cuando el plástico y la electricidad aún no lo dominaban todo.

El equipo de museografía de Paleoymás se encargó de diseñar y producir un total de diez paneles interpretativos distribuidos por todo el recorrido, cuatro titulares que dividen los espacios expositivos, y numerosas cartelas que designan todos los objetos mostrados en el palacio.

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